En muchas ocasiones las circunstancias de la vida ponen a las personas entre la espada y la pared. Se trata de adversidades que pueden suponer un antes y un después en la forma de ver la relación con los demás, o de, simplemente plantearse cambios radicales que verdaderamente no se desean.
En cualquiera de los casos en los que la vida pone a prueba a las personas hay que saber tener la fuerza y la predisposición necesaria para hacer frente a las adversidades, y superarlas. Solo así se podrá volver a ser feliz, o al menos se conseguirá que los problemas no superen a la persona.
Dicho de otra manera, se pretende que las personas sean capaces de tener resiliencia, es decir, la entereza o la capacidad para saber adaptarse a las distintas circunstancias hostiles que la vida les depara siempre buscando el lado positivo de las cosas. En suma, la resiliencia consiste en la capacidad de sobreponerse a esos momentos o situaciones que provocan miedo, incertidumbre o sufrimiento y poder así volver a estar bien, como se estaba antes de que estos problemas llegasen.
Claro está poner en práctica la resiliencia no es algo que se pueda conseguir de la noche a la mañana. Aparte de la condición mental de cada uno, es decir, de si se es más propenso a la melancolía, o por el contrario se es una persona vivaz, activa y amistosa, lo cierto es que como ser una persona resiliente es algo que se va aprendiendo y practicando poco a poco.
Existen diferentes pasos que se van dando poco a poco para con el tiempo conseguir ser una persona resiliente. Estos son algunos de los más destacados:
Afrontar el cambio aceptando lo que conlleva
Las adversidades provocan cambios, hay que saber aceptarlos y afrontarlos para seguir adelante. Hay que saber aceptar las emociones que produce una pérdida y buscar lo que se ha aprendido antes de que se produjese.
A resolver problemas se aprende
Las personas resilientes desarrollan la capacidad para solucionar dificultades e inconvenientes. Lo importante es no dejar que el problema se interponga en el propio optimismo y verlo como un reto a resolver.
Ser optimista, una parte de la ecuación
Un problema es un problema, y provoca dolor y desazón, pero verlos como un hecho que se puede superar o que se puede llegar a aceptar los hace un poco menos dolorosos. Hay que intentar mantenerse con confianza y optimismo y creando las condiciones para que las cosas mejoren poco a poco. Hay que ver el problema como un reto a superar.
Buscar sentido a la existencia
Puede parecer muy trascendental, pero solo si se tiene algo por lo que luchar será posible no venirse abajo. No tiene que ser un motivo extraordinario o superimportante, simplemente es tener un objetivo claro, o varios, e ir dando pasos en esa dirección todos los días. Sentir que se avanza un poco cada día es muy significativo.
Reírse de todo para relativizar
Los problemas vienen y a veces se quedan por un tiempo con nosotros, pero ello no es óbice para tener un poco de sentido del humor y relativizar las consecuencias de lo que haya tocado vivir. Los problemas no se irán de la noche a la mañana, pero no hace falta dramatizar en exceso o sobredimensionarlos.
Rodearse de amigos siempre es fundamental
Tener una red social de apoyo es fundamental para sentirse arropado y empujado cuando se tenga un problema. Pueden ser amigos, familiares o compañeros de trabajo o de una asociación. No importa, simplemente hay que saber que se tiene el soporte de otros que nos aprecian. Si, además, esas personas son positivas (y no personas tóxicas que a todo le ponen pegas), pues ayudarán a que la persona se sienta mejor y a que exprese sus sentimientos con más confianza.